La respuesta corta: No realmente.
El mucho texto:
Como concepto en la comunicación efectiva, lo verdaderamente importante es la capacidad de transmitir el mensaje de manera clara y comprensible, más allá de los matices fonológicos. La finalidad de cualquier lenguaje es facilitar la interacción y el entendimiento entre las personas, no necesariamente imitar un acento específico o una pronunciación exacta. Ergo, el que se te entienda es la prioridad.
Desde esta perspectiva, siempre que el receptor entienda el contenido del mensaje, el acento o la pronunciación ya podríamos decir que resultan secundarios. Ya los acentos vienen de la integración al entorno e interés del hablante, son algo secundario y no debe considerarse como un obstáculo para la comunicación. Además, exigir una pronunciación idéntica a la de un acento nativo solo refuerza barreras que son en esencia innecesarias y que podrían generar dificultades al hablante, especialmente en contextos multiculturales donde las variaciones lingüísticas son la norma como lo son nuestros países, solo en una región pueden haber tal magnitud de acentos que es una tarea titánica contarlos todos y sus variantes.
En resumen, lo esencial es ser comprendido; los detalles fonológicos son, en la mayoría de los casos, irrelevantes siempre que el objetivo de la comunicación se cumpla.
Ya hablando de una manera personal por haber crecido en la frontera con México, he desarrollado un acento con matices mexicanos y rurales. En la ciudad, esto ha suscitado preguntas sobre si soy extranjero, lo que frecuentemente da pie a conversaciones interesantes sobre el tema. Tengo una amiga que, al regresar de España, había adoptado el acento castellano. Esto demuestra que el acento es una característica adquirida, que se adopta de manera natural al integrarse en un entorno específico. Este proceso puede ser tanto consciente como inconsciente, pero es algo que siempre pasa cuando ya vives en un entorno.